Bigotes de hamburguesa. [Lovina/ Alfred]

-¿Una bala en la cabeza? No quiero, no las necesito~. No entendía bien el contexto por el cual la chica había respondido de tal manera. Solo se limitó a soltar una retahíla de carcajadas al ver la nariz de la chica.

-¡Pareces Rudolph! Iluminó sus ojos con chiribitas por un instante. Lo que tardó en volverse 'serio' sobre el tema del camarero.
- ¿Investigar? 'Yo no sé investigar.¡Los héroes actúan! Pero si insistes en investigarle hazlo tú.. O mejor.¡Hagámoslo juntos! ¡Será como una misión!
Su rostro se volvió a iluminar, mientras agarraba en sus manos las finas manos de la chica. Quizás el viaje a la cafetería daría de provecho o todo sería una mera fantasía.

De no ser por la última conducta del rubio, realmente sí que habría acabado con una bala en la cabeza. ¡Era culpa de él, que ella pareciera Rudolph! ... ¡No se enteraba de nada!

Uh.. C-c-claro Bastardo... - Tartamudeé algo pasmada por que hubiera cogido ya la confianza de tomarme de las manos. Ese tipo de situaciones tan extrañas para mi, me daban mucha vergüenza.
- Será como nuestra primera misión, entonces. - Permanecimos unos segundos más de las manos firmemente asiadas, hasta que con un carraspeo nervioso, le indiqué que podía soltarme.

- La misión inicial! - Dijo a voz alta, resonando por toda la sala de la cafetería.El carácter del rubio era demasiado para sus planes.No tardó en soltar las manos de la chica y centrarse en lo que iban a hacer.

-¿Entonces comemos y le apresamos o qué debemos hacer? - La incertidumbre aparecía sobre su rostro, que a pesar de no dejar de tener una mirada ilusionada se veía confusa.Si actuaba por su cuenta podría hacerlo pero metería la pata, eso lo sabía.Por algo vino a Shibusen para evitar errores.

-Primero hay que tener alguna pista más... Un movimiento sospechoso o algo por el estilo... - Miré a ambos lados, mientras pensaba en alguna forma de hacernos con la información.
Cuando mis ojos se posaron en un pequeño letrero, cercano a la cocina, la idea vino a mi mente como si de un resorte se tratase.
- Hummm... Escucha un momento. - Ordené seria, no era mucho lo que diría pero podría marcar la diferencia.

- Podrías entrar donde el camarero cebollo diciendo que te perdiste buscando el baño. Entabla algo de conversación y si descubres algo, sal por patas...
Yo mientras tanto preguntaré al otro encargado y buscaré en el móvil el significado de su tatuaje...- Suspiré con cansancio- Estoy segura de haberlo visto en alguna parte... ¿ Te parece bien?

-Aha ahá. - Era su respuesta para todo. No quitaba ojo de encima de la chica y tampoco perdía la sonrisa ilusionada.

-¡Parece un buen plan! -Dijo a la vez que volvía a golpear la mesa, quizás ese gesto era demasiado frenético y no debiera repetirlo tanto pues llamaba la atención.

-¿Pero comemos antes o qué? ¡Yo con el estómago vacío trabajo fatal!! - Expuso con el cejo fruncido, y apretando los párpados hacia abajo. Exigiendo de alguna manera que prefería comerse la hamburguesa y después ponerse en acción.

Suspiré de manera pesada, cerrando los parpados. Definitivamente la actitud infantiloide e inocente del americano era algo que no encontrabas normalmente en alguien de su edad.

- Esta bien idiota, come tu hamburguesa y después hacemos lo que quieras, como si al final no hay plan. - Con un tono pasota y como si no me importara nada, terminé por chasquear los labios y asentir a lo que dijo antes Alfred.
En realidad, sí que tenía ganas de movimiento pero me caracterizaba por mostrar y decir lo contrario a lo que pensaba, de toda la vida.

- Ok, thank you! - Sonrió de manera inocente a la chica y rápidamente se puso en pie. Echando la silla hacia atrás de manera brusca, pero girándose con habilidad para sujetarla y evitar que se tumbara sobre el suelo.
-Fiu! Casi cae. Hahah! - Soltó una breve risotada, antes de alzar la mano derecha en alto, para que le vieran de lejos y usaba la izquierda junto a su boca, como si pudiera actuar de amplificador a su voz.
-¡Camarero la comida! RIGHT NOW! - Alzó más la voz para pedir su pedido de nuevo. Dando un golpe sobre la madera de la mesa.

Nerviosa y algo alterada por la conducta del americano, demasiado ruidosa para mi gusto, también me levanté de la mesa.

-Maledizione, ¡Bastardo! No armes tanto jaleo o todo el mundo nos comenzará a.... m-m-mirar.... - En la última palabra mis ojos recorrieron toda la sala, y varios pares de personas nos observaban con "curiosidad". No pude evitar el tartamudear como uan estúpida.

El tono rojo había quedado atrás, ahora estaba de un morado berenjena. La razón era no respirar por la vergüenza que me hacía pasar mi técnico.
Un día de estos conseguirá matarme... pensaba algo miedosa.

Por suerte, otro de los camareros vino con la comida. Por fin.

-¡Hahahaha! ¡Qué miren! ¡Que observen lo geniales que somos!
Estalló en carcajadas tras hablar con la chica, echando la mirada atrás para observar como bien decía la chica, la gran mayoría les miraba, él simplemente les dedicó una sonrisa y un guiño, y con ese gesto parece que todos empezaron a ignorarle.

Echó mano a la silla para sentarse, cuando el camarero trajo sus peticiones, mirándole con una cara de pocos amigos y bastante odio, más que nada por ser ruidosos y llamar la atención.

-Señor... le rogamos no moleste a los clientes....

-¡OK, Sir! Respondió mirando al hombre y después a la chica.
-C'mon Lovi~Coge coge! - Dijo alegre enfatizando con las cejas mientras señalaba los tomates.

- Vale, vale... Pero cierra el pico de una maldita vez. - Alargé una mano hacia uno de los tomatitos cherry, que tenían un aspecto bastante apetitoso.
No esperé demasiado para llevarlo directamente a mi boca, y saborearlo con gusto. No estaba mal, aunque tampoco diría que estaba bien, se le podría subir el ego al camarero.
- ¿No vas a coger ninguno, bastardo?
Ignorando al encargado, que ya se alejaba a grandes zancadas de nuestra posición, miré a Alfred y a la enorme hamburguesa que habían colocado frente a mi.
Se me había olvidado que era yo la que había ordenado la comida de Alfred, y Alfred la mía.
-Toma. - Dije pasándole su parte.-

- Oh. ¿Puedo? - Intervino con modales mientras señalaba un tomatito, seguidamente lo cogió con sus dedos, estaba fresco y se lo llevó directamente a la boca, degustándolo. Hizo una mueca, apretando los ojos y moviendo el rostro, como si un escalofrío fuera.
- No me gustaaaaaaaan~- Sacó la lengua con repudio mientras miraba los tomates.

-Get it~- Respondió mientras cogía su hamburguesa y almuerzo e intercambiaba su pedido con la morena. El juego les había salido bastante bien, por lo menos en su beneficio.No sabría si la chica estaría a gusto.

-¡Mejor que no te guste! Más para mi. - Era evidente que Alfred era de esas personas que adoraban comer, aunque fuera finalmente por gula. No es que a mi me disgustara (comer es uno de los grandes placeres de la vida), pero me contenía.
Estaba satisfecha con su reacción, si le hubieran agradado mis tomatitos se los habría comido todos.
Empecé por mi ensalada, tenía tan buena pinta que por un momento temí que el sabor fuera algo desilusionante. Pero no fue así, pues estaba deliciosa.
- Las he provado mejores. - Dije desdeñosa, mientras degustaba un trozo de lechuga aliñada.

-Yeheeeeeeeeeey! - Exclamó lleno de ilusión, sonriendo como un crío mientras agarraba la hamburguesa, que parecía tener muy buena pinta, entre sus manos, limpiadas previamente por una de las servilletas de la mesa. Mantenía la sonrisa instantes antes de dar un gran mordisco a la hamburguesa que pidió la italiana.

- No debedías de sher tan egoihzta. - Comentó con una porción de la hamburguesa en la boca, masticando aún su sabor, que le volvía loco, supiera bien o regular.
- Y tandpoco tan quejica - Añadió mirándole con el ceño fruncido, aún masticando.

Tragé la crujiente ensalada que tenía en mi boca y le dirigí una mirada algo displicente, a la que no podía sino acompañar con la curva de mis finos labios.

- Oh vamos, ¿Acaso eres tu el ser más generoso de la escuela? No creo que resulte ser así. - Mi voz era un suave murmullo, más dulce de lo normal pero sin acabar de quitarse este regusto amargo y algo tosco.

- Además, es complicado sobrevivir si no eres una egoista. - La bebida se me apareció apetecible, así que la tomé pero sin llegar a abirla. Sólo jugando suavemente con ella entre las manos.

En la cafetería no había grandes bullicios, las personas eran educadas y respetaban a las demás al hablar en un tono tirando a bajito. No necesitaba chillar para que Alfred me escuchara a la perfección .

- Y como dijo una vez Jane Austen: "El egoismo siempre debe perdonarse porque no hay cura contra él. " Cité textualmente a una de las novelistas que más admiraba, y de la que me gustaba seguir sus pensamientos. Y eso a pesar de que era una inglesa pura y dura.

Para dar por finalizada mi filosofía sobre ese pecado capital, abrí el burbujeante refresco, estaba frío y al contacto con el paladar y los dientes me dio un poco de dentera, pero se me pasó al segundo.

- Ay. - Me quejé con unos dedos masajeando una encía. No negaría que me quejaba, pero tampoco iba a seguir por esos caminos, la escapatoria estaba fuera de mi alcance si Alfred persistía en el tema de quejarse. No tenía ninguna escusa buena para ello.

Esperó a tragar todo el bocado de la hamburguesa, no precisamente por cortesía, sino que sabía que con su forma de actuar y de hablar, era capaz de atragantarse con ese minúsculo bocado, dejando a un lado la hamburguesa y colocándola en la mesa sobre la bandeja.

-¡Yo soy un héroe!¡No soy nada egoísta! ¡Yo les ayudo a todos! - Alzó un poco la voz, dentro de lo que se veía como un tono bajo, imitando a los demás comensales. Pero se alzaba sobre el de la joven.

-¿Y quién es Jane Austen? - Interrogó con un rostro desconcertado y por qué no decirlo, infantil. Como no sabía quién era tenía la curiosidad de saber si era una superhéroina.
- Algo de razón tendrá esa extraña.- Resopló con desgana mientras volvía a sujetar su hamburguesa, tan deliciosa que simplemente la mordía con lentitud, las había probado muchísimo mejores pero ahora mismo debía de conformarse con esas "Hamburguesas XXL de Queso"

A pesar de que la chica no paraba de mover la lata de refresco, no le entraba sed, y encima le podía pasar como a la chica, al parecer le había sentado demasiado fría, él recordaba esa sensación de joven cuando le sucedía, por ello desde entonces siempre bebía con una pajita para no sufrir.

El rubio giró su rostro a un lado y mantuvo arqueada en alto una de sus cejas, asombrado y en parte preocupado por la chica, qué menos para un héroe como él preocuparse por la seguridad de las personas, y más siendo esa chica su compañera de grupo.
-¿Estás bien, Lovina? - Por una vez en toda la comida, Alfred habló como un ser normal, sin emocionarse ni pasarse de énfasis.

¿Eh? - Aquel cambio de actitud y su primeriza preocupación, provocaron que me sonrojara y adquiriera un notable color rojizo. El sentirme "débil" por un instante, aunque hubiera sido una completa estupidez, me molestaba. Aunque lo que sucedía en realidad era que no estaba acostumbrada a que nadie se inquietara por mi. - ¡Es-estoy perfectamente, Bastardo!

Reanudé la comida, mascando con rapidez y con mis ojos cerrados con fuerza, evadiéndome a mi propio mundo otra vez más. Siempre lo mismo. No sabía bien como reaccionar ante sentimeintos que hacía mucho que no sentía; esa sensación de camadería, de protección sea cual fuera la situación...

" ¿Y si me está mintiendo? " Me cuestionaba el subconsciente mientras, en la zona este del cerebro, pensaba en la mejor manera para contestar a lo de " ¿Y quién es Jane Austen?"

- ¡Y deberías preocuparte más por tu cultura general, tonto! - Reproché con el cejo fruncido, de manera que podría parecer un perro "Chow-Chow". - ¡Luego vas a la biblioteca e investigas un poquito! - Podría parecer perfectamente la madre de ese chico rubio e hiuperactivo, no negaría que su ingenuidad me hiciera sacar mi lado de "hermana mayor".

- Vale, vale, no me comas.¡Ya lo pillo! Calm Down! - Un tono socarrón se mostró cuando dejó la hamburguesa sobre la mesa y gesticuló las manos como si se movieran de atrás adelante, pareciendo que retenía un muro frente a él que contendría a la morena.

Volvió a tomar un sorbo de su refresco, que como bebía tan rápido provocó un sonido ruidoso y molesto a oídos de cualquiera, excepto del propio Alfred. Ese sonido casi le impidió oír a la chica, pero soltó su bebida y se acercó con su izquierda la hamburguesa, dándole un lento mordisco y masticandola de igual ritmo, pues a pesar de que el americano comía muchas hamburguesas las comía de manera lenta y masticándolas, ya que así le pesaban menos en su estómago y le resultaba más fácil digerirlas.

- ¡Dho no zoy tondto!,¡Cegudo que eza Dane Ausdten no zabe dien zoy dho! - Respondió con algo de rapidez ante su provocación, pues tenía un pistón de salida muy rápido en las situaciones, nunca pensaba lo que iba a decir, y mucho menos recaía en si tenía la boca llena o vacía, por lo que quizás, ni se le pudiese entender por falta de vocalización, pero lo que sí que no hacía era escupir, pues con la práctica que ya tenía era muy raro que escupiera la hamburguesa. No iba hacia afuera, ingería más, y no por buen lugar.

Casi atragántándose con su propia hamburguesa se puso a toser de manera fuerte y provocada y dándose pequeños golpes en el pecho, con el fin de 'desatascarse'. Unió su ceño con preocupación, palideciendo vagamente y cogiendo rápidamente un tono rojizo en su rostro.


** ¡Yo no soy tonto!,¡Seguro que esa Jane Austen no sabe quién soy yo!

Es increible la cantidad de cosas que puedes pensar en un segundo. Intervalo corto de tiempo en el que la mente puede rememorar hechos y trazar planes geniales. O simplemente pensar en el tema de conversación, sin preocuparte por lo que pasa a tu alrededor. Así fue que, durante ese segundo perdida en mi mundo de respuestas, no me di cuenta del estado de Alfred hasta que el sonido de los golpes en su pecho me llamaron la atención.

Casi por instinto y tirando la silla, por la fuerza y rapidez que usé al levantarme, corrí hacía el rubio. - ¡Alfred!

Le había estado prestando más atención a mi bebida que a él, por lo que
no sabía con certeza lo que había pasado. Tampoco me hacía falta. El
rojo rostro de mi técnico era suficiente para saber que hablar mientras
se come tenía fatales consecuencias.

En clases de defensa propia, no solo te enseñaban las mejores llaves para anular al enemigo, sino también la manera más óptima para sanarte a ti, o a tus compeñeros.
Tenía buena memoría. Coloqué mis brazos alrededor se su cintura y, con el puño colocado correctamente, apreté con todas mis fuerzas. Con la intención de levantar a Alfred de la silla y así poder realizar ese movimiento con mejor resultado.

Las personas de la cafetería estaban asomblados y sin saber muy bien como reaccionar. Panda de inútiles. Podrían llamar a un médico o algo por el estilo, pero las personas se achantan en cuando una cosa extraña les sucede y no saben reaccionar.

Di varios golpes, intentando que el supuesto trozo de hamburguesa saliera de la garganta del americano. No quería que muriera en el primer momento que le conocía, sería muy mala suerte.