Feeling Heart... (Libre, 2/4)

"Qué... Aburrido es ésto."
Ese tipo de pensamientos y otros parecidos habían ido pasando por mi mente, una y otra vez, durante todo el día. Sólo la tarde del día de mi llegada había sido interesante. Había encontrado a mi amado Nii-san, justo cuando llegaba. No pensé que tendría esa suerte.
Aún así, después de ése día no había podido estar a solas y hablar con él. Sabía que era profesor pero... ¿Por qué debía estar siempre rodeado de estudiantes ruidosos?
En cualquier caso, hoy había decidido dejar a un lado esa preocupación y dar una vuelta para relajarme. Estar observando a Ivan nii-san todo el rato era bastante agotador.

Sin darme cuenta, había llegado a una bonita sala amplia. No parecía ser una sala normal donde estudiasen los alumnos en su tiempo libre. Tampoco era una clase, puesto que no habían sillas ni mesas, ni siquiera una pizarra. Lo único visible en esa sala era un gran piano de cola, de color negro brillante, con un jarrón de rosas amarillas encima, justo como en las películas.
- Qué extraño... - Susurré mientras me acercaba lentamente al piano, mirando de lado a lado para ver si había alguien allí o realmente estaba vacía.
Esbocé una media sonrisa. Aquello era tan tranquilo...
Acaricié la tapa del piano, mientras recordaba las melodías que solía tocar en casa, cuando aún era feliz de verdad.
Me senté en el banquillo y suspiré. Si tocaba allí... ¿Me iba a oír alguien?

Volví a mirar a los dos lados y levanté la tapa. "Cli... Cli..."
Cerré los ojos y recordé la canción que tanto me gustaba. Enseguida me vi envuelta en la melodía y me dejé llevar.

[Sorry por tardar en contestar.
Pues el título es de un episodio de Utapri, TEEHEE. ¿Lo ves?]

Me encontraba paseando por el campus a esa hora, ya que Gilbert no se había levantado de buen humor y no quería salir de la cama.
Era día festivo, un domingo, y las tiendas estaban, por supuesto, cerradas. No había mercadillo, ni fiestas, ni nada. Todo estaba en silencio. Las amas de casa que frecuentaban a esa hora el mercado, como no había hoy, se dedicaban a hacer tareas de casa. Los más dormilones aún restaban en cama, y los que habían salido de noche para divertirse con sus amigos en cualquier bar 24h o recreativo, habían vuelto hacía poco a sus casas.

En el Shibusen también estaba todo tranquilo y en parte eso me gustaba. No había gente corriendo ni chillando, y podías oír el cantar de los pájaros u otros sonidos agradables como... Una melodía tocada en el piano.

- Qué canción tan hermosa... - Me sorprendí. Era extraño que hubiese alguien en la sala, todos los alumnos estaban en sus habitaciones, con sus compañeros o durmiendo. Quizás era alguien que había salido, igual que yo...

Me fui acercando al lugar de donde provenía la música que me había encantado, y envuelto, casi llevándome a un lugar de felicidad.
La canción te transmitía esa sensación, pero quién la tocaba, no parecía ser feliz. Yo nunca he entendido sobre pianos ni la manera de tocar. Lo único que se podría decir que toco decentemente bien sería la pandereta. Aún así, aquel pianista transmitía tristeza. ¿Quién será...? Pensé.

Al final llegué a la sala de donde salía la música, la puerta estaba entreabierta, así que me acerqué y espié un poco antes de decidir entrar.
Lo único que pude ver desde mi ángulo fue un piano enorme, con un jarrón de rosas amarillas encima, y unas manos pequeñas, y que parecían frágiles, tocando con delicadeza cada tecla.
Tenía tanta curiosidad por saber quién era el o la que estaba tocando, que sin pensar abrí la puerta.
El pianista que había estado tocando era una muchacha, que nunca había visto, de cabellos rubios casi ceniza, con unos ojos azul intenso. Llevaba un vestido azul y un lazo blanco en la cabeza. Era bastante peculiar. Aún así, no podía juzgarla, porque si de rarezas se trataba, podía incluirme. ¿Quién lleva consigo una sartén por la calle? Yo.

Cuando entré en la sala, la muchacha enseguida se percató de que yo estaba allí y paró al instante de tocar. Se giró hacia mí y me miró fijamente.

- Oh, no, no. Por favor, no quiero que te detengas por mí. Esa melodía... Era realmente hermosa. - Dije esbozando una cálida sonrisa.

Había recordado a qué "mundo feliz" me recordaba la canción. Era mi hogar. Mi familia.
- ¿Podría... Escuchar un poco más esa canción? Por favor. - Seguí sonriendo.